LA PALA
La pala, conocen ustedes que es una pala, claro que sí,
según la Real Academia Española de la Lengua, una pala es: “una herramienta de mano utilizada para excavar o
mover materiales con cohesión relativamente
pequeña. Consta, básicamente, de una lámina con una ligera curvatura y de un
mango con el que se maneja. La tabla o plancha suele ser metálica y el mango
remata generalmente en un asidero que puede ser recto o curvo, para poder
ejercer mayor fuerza con una de las manos. La pala se ha empleado desde la
más remota antigüedad en labores agrícolas y de construcción. Pero
pasa y sucede que esta pala no es cualquier pala, es una pala para cacao, es
diferente, es de madera, y no es hecha industrialmente, es tallada a pura mano,
de un solo trozo de madera, de madera seleccionada, de árbol cortado en la fase
correcta de la luna, dejada secar por el tiempo necesario para luego con el
amor de nuestros artesanos, ir dándole forma poco a poco, con herramientas
rudimentarias, acariciando como se acaricia a la mujer amada, como cuando se
ama, se va sacando lo mejor de esa persona porque se conversa con la madera, se
le dicen cositas, se le hacen promesas, escucha pala hermosa, a ti nadie te conocerá, pero sabes que? En
ese chocolate que se hace con el cacao fino de aroma, con el mejor cacao del
mundo, hay una parte de tí, ignorada, pero apreciada y saboreada, porque tú
llevarás contento y alegría a mucha gente, al niño, al viejo, al de la
patisserie y harás que ese momento sea inolvidable, tú estarás presente en esa
taza de buen chocolate, de sabor profundo, de gran aroma, chocolate que como el
buen beso, no se olvida fácilmente, más bien se recuerda, se rememora y se
ansía el repetirlo, ves pala que no eres una insignificante herramienta, no,
para nada, tú estarás en las mejores ciudades del mundo, en esos gratos
momentos, sí, ahí tu estarás. Y yo te
vi, yo te ví pala, cuando me dirigía a
ver a mi hijo, y un muchacho, bueno que a mi edad, alguien de 25 aún es un
muchacho y él te llevaba de la mano, si parecían una pareja de enamorados,
porque él, no te llevaba como se lleva cualquier cosa, su mano acariciaba tu
talle, con paso firme y decidido se dirigía quién sabe a qué lugar, pero tú
pala, ibas a ese lugar con un propósito, el de apalear cacao, es decir sacarlo
del saco de yute, para ser regado en el tendal, para broncearte con los rayos
del sol y darte ese color tan bonito, luego de algún tiempo de secado, para
luego en el momento preciso, acogerte cacao en tu regazo, suavemente,
delicadamente, porque para eso eres de madera para acariciar, no para lastimar,
como lo haría una pala metálica.
Me quedé en la adivinanza de
hacia dónde te dirigías, pero oh, pala, rápidamente me trasladaste en el
tiempo, qué mentira tan grande esa de decir que los viajes en el tiempo no
existen, claro que existen, por supuesto que sí, y tú me trasladaste 54 años
atrás, pero donde el protagonista no eras tú, oh pala, tú fuiste el pretexto
del viaje.
LA CUADRILLA
Me hacía mucha gracia ver el trabajo de la cuadrilla, una
vez que el cacao se sacaba de las sacas, quedaba amontonado, y poco a poco,
caminando sin alzar los pies, como quien hace un bailecito, se iba formando una
línea de cacao de aproximadamente 10 centímetros correspondiente al espacio
natural entre los dos pies, al llegar a la pared del otro extremo, se giraba en
U y se continuaba, así el tendal quedaba con el cacao “tendido” y se secaba al
sol. Este tendal lo tenía don Pedro en la parte alta de su negocio “La Casa del
Cacao” ubicada en la calle Bolívar entre la Séptima y la Octava”, justo al lado
del negocio de mi padre, “Almacén Fiesta 59”, que luego se quedó solo en
“Almacén Fiesta”.
A eso de las 5 de la tarde o antes, cuando el día amenazaba
lluvia, entraba en juego la “pala” para recogerlo, se lo volvía a ensacar y el
trabajo se repetía los días que fueran necesarios para lograr un buen secado,
un buen fermentado, aroma y sabor al transformar el cacao en un delicioso
chocolate.
Así que el cacao lleva amor, cariño, humildad, trabajo
tesonero, sacrificio, arte, conocimientos ancestrales y ya le paro aquí, sino
voy a ponerme a llorar de tanta palabrería.
Como que me estaba olvidando que mi padre también contrataba
a la cuadrilla para cuando llegaba el camión de la fábrica La Universal,
trayendo galletas, chocolates, pastas. Había que depositar en la bodega los
productos, debidamente ordenados. Unos dentro del camión, preparaban la carga y
otros la llevaban a la bodega donde alguien más la recibía y apilaba en orden,
cuidando que los productos como el fideo, no se quebraran por demasiado peso,
ya que por aquellos tiempos, éste se empacaba en fundas de papel kraft, de 6
libras y la presentación como el fideo cabello, era muy susceptible de
quebrarse por ser de una masa muy ligera.
LOS CAMAREROS
Acá en esa faceta de camarero o salonero, la figura de
Mikino no existía, me imagino que el organizador de la fiesta, del baile, los
contrataba directamente, no sé como era la paga, si a punto de la pura propina,
o algo le daba como un básico, son de esos temas de los cuales siendo niño,
luego joven y adulto, nunca preocupé.
A casi todos los saloneros los conocía por su faceta
anterior de cuadrilleros, ya que por ser mi padre vecino con don Pedro, yo los
veía casi a diario, siempre humildes, nunca belicosos, tampoco los ví tomados,
respetuosos con su patrón también con mi padre, donde don Pedro, los cuadrilleros
pasaban casi a diario porque había cacao, arroz, café, maíz, etc, que recoger
mientras que en el negocio de mi padre, los camiones de La Universal bajaban
desde Guayaquil casi siempre en una
frecuencia semanal.
MIKINO Y SU BANDA
En la faceta de cuadrilleros, Mikino era el líder, el que se
entendía con los patrones, pero había una faceta adicional en la que Mikino
hacía de líder, o por así decirlo, de Director Musical. Sucede que además de su
trabajo de cuadrilleros y saloneros, esta linda gente, gente humilde, pero
generosa, maravillosa, eran músicos innatos, no de aquellos que fueron a un
Conservatorio de Música, sino de aquellos que asistieron a la Academia de la
Vida, si, a esa Academia que enseña a golpes y que transforma esas tristezas en
música, claro, música popular, de aquella que se baila con alegría en las
fiestas del pueblo. No recuerdo mucho los nombres, aparte de Mikino, había un
Alciviades y otros, me perdonan la mala memoria. Lo que sí me acuerdo que
tocaban el bombo por supuesto, un trombón, trompetas creo que habían dos, el
que tocaba los platillos ya que la banda era ambulante, de esas que van como
desfilando en fiestas patronales, así que el del bombo no podía tocar el
platillo al mismo tiempo, saxo no creo o no me acuerdo, lo que no olvido es que
era algo bonito, lo que le daba el tono alegre a la vida sencilla de los
pueblos. La banda también tocaba en las fiestas de aniversario de La Casa del
Cacao, de don Pedro, quien aprovechaba la ocasión para homenajear a clientes,
amigos y a los cuadrilleros, con quienes compartía cerveza sin límites, porque
en esas fiestas lo único que no podía faltar era el respeto, el resto, lo que
fuese, pero nunca ví, por lo menos no presencié de ningún desafuero, cosa que
creo que nunca ocurrió porque hubiese escuchado a mis padres, o hubiese sido el
comentario infaltable en días posteriores a la fiesta. Si, allí en el tendal de
don Pedro, se celebraban estas fiestas, donde se arreglaba el lugar lo mejor
que se podía, se ponían esas guirnaldas de papel en colores pasteles, también
habían focos porque la fiesta se prolongaba hasta la noche, comenzando desde el
mediodía, fiestas donde no faltaba la pierna de chancho, servida con chifle,
mote y la infaltable salsa de cebolla con tomate, donde los cuadrilleros-músicos-saloneros
conversaban de tú a tú con don Pedro, pero siempre manteniendo la distancia del
respeto. Era bonito, verlos alegres, tomando, comiendo, bailando, conversando,
gente linda.
Como la vida tiene esos caminos, pronto nos separamos, fui a
estudiar a Guayaquil desde temprana edad y regresaba solo en fines de semana y
vacaciones y para fechas como las fiestas patronales, finados, Navidad y fin de
año. Ahora en retrospectiva, me imagino que casi todos estarán fallecidos, pero
siempre presentes en mi memoria porque formaron parte de mi vida, porque crecí
viéndolos trabajar fuerte, sin quejarse, gente de esa madera noble y templada
que resiste el paso del tiempo, que no se quiebra ante los avatares de la vida,
cuyo norte fue siempre mejores días para su familia.
DON AQUILES ALVAREZ LERTORA
Alguna vez don Aquiles bajó a Quevedo con sus hijos, no sé
cuántos tuvo, pero esa ocasión andaba con dos, colorados como el padre y creo
que esa fue la única ocasión que los ví.
Ya para ese año, yo estaba trabajando en Chiquita y viajaba
anualmente a Miami, a veces en Mayo y otras en Junio, a atender la conferencia
para contralores del Trópico como nos llamaban (Tropical Controllers) y yo
aprovechaba la ocasión para viajar con mi familia, luego de concluir con la
conferencia. Para ese entonces, había viajado con mis dos hijas, Saskya la
mayor y Yara, la segunda, para esa ocasión aproveché para visitar a María William, en Cristal Spring cerca de Ocala. María me había conocido desde niño, fué compañera de Colegio de mi hermana Montserrate, muy querida, me recibió con los brazos abiertos y me presentó a sus hijos y a Yeyo, su esposo, pensar que conmigo no tenía compromiso alguno más que el ser hermano de Montse, pero así es el cariño de la gente que derrocha amor. En el viaje de regreso a Ecuador, ya en la terminal
de American, me encontré con Jimmy Salazar, ex – compañero del Instituto
Particular Abdón Calderón y del Colegio Javier, con quien no me había visto
desde que salí del Colegio para estudiar en Canadá, nos saludamos efusivamente
y nos despedimos, cada cual pues hacia sus asientos, creo que Jimmy, al igual
que yo también viajaba con su familia. Pero ocurrió una cosa curiosa, ví a una
persona cuya cara me pareció conocida y noté que esa persona también me miraba,
luego de un tiempo, se me acercó alguien de mi edad, digo yo, aunque no soy
buen fisonomista, y me dijo que su padre le comentó como que me conocía y claro
que le pregunté que como se llamaba su padre y me dijo su nombre: Aquiles
Alvarez y por supuesto que la memoria enseguida funcionó,
Quevedo-cacao-cuadrilla-Pedro Martinetti. Don Aquiles tenía un cuello
ortopédico, me comentó que se había caído en el hotel en Nueva York, que eso
había arruinado el viaje, pero en fin, conversamos un poco más y luego nos
despedimos porque él viajaba en clase de lujo y yo en turista.
Pocos meses después de regresar a Ecuador, don Aquiles
falleció.
Después me enteré que había sido Presidente del Barcelona SC
y que bajo su liderazgo el equipo había alcanzado el primer bicampeonato en la
historia del fútbol nacional. Bien por él.
2023
Sullana, pero esta historia me la contaba mi hermano Félix y no sé si necesariamente era verdad. Que interesante conocer de ésto porque nunca me imaginé estar emparentado políticamente con Mikino, que chévere.
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