Ella nació
en 1950, un 25 de Abril, la mayor de 4 mujeres de un total
de 7 hermanos. Sufre de Alzheimer, así que de las cosas inmediatas se
olvida enseguida, no así de los recuerdos viejos, antiguos, de la gente, de la
comida, de las anécdotas, de su corta vida en Bélgica, donde estudió un año de
universidad.
Por suerte
la crueldad de esta enfermedad no le ha afectado lo generoso de su corazón,
porque sigue siendo generosa.
Ahora vive
en mi casa porque mi hermana viajó y estuvo ausente por dos meses. Acá pasó con
nosotros. Ella quiere ayudar en todo, lavando platos, barriendo, trapeando,
ayudando en la comida. Recibe una pensión del Seguro Social muy mínima, apenas
la mitad del salario mínimo vital, pero en fin, para algo sirve, y también
tiene cobertura en salud.
Hace muchos
años atrás, yo le pedí que viniese a Guayaquil, ya que ella vivía en Quito y
para ese entonces, ya se encontraba divorciada y sus hijas ya tenían sus
compromisos. La petición la hice porque nuestros padres requerían de cuidado,
ya estaban mayorcitos aunque por esos días, aún se valían por sí solos y ella
por ese inmenso amor que tiene, no dudó en decir que sí y vino y todo el tiempo
en que nuestros padres estuvieron vivos, ella se entregó por completo a su
cuidado.
Estudió en
el Colegio Mercantil donde hizo amistades que aún perduran, su generosidad le
hacía prestar hasta sus vestidos a sus compañeras, recibirlas en casa. María
fue una de sus compañeras, entrañable, generosa. María vivía en Durán en ese
tiempo y luego, no sé porque año, fue a vivir a Estados Unidos, donde la
visité, allá por un pueblito llamado Coral Spring, en la Florida, muy cerca de
Orlando, donde me recibió junto con Aurelia, mi esposa y mis dos hijos ya que
José Carlos aún no había nacido.
María me
había conocido desde niño y cuando llegue a su casa, siendo ya un adulto, aún
seguía siendo el Pepito para ella. María no tenía nada que darme ni devolverme,
pero con gusto nos recibió, devolviendo parte del amor y del cariño hacia mi
hermana.
Dios nos da
y nos asombra, porque recibimos de otros, muchas veces de extraños, favores y
atenciones y creo que en muchos de los casos, ni siendo merecedores de ellos,
pero Dios nos quiere demostrar que su generosidad no tiene límite y actúa hasta
de forma misteriosa. Y eso es lo bonito.
Ahora Montse
debe regresar a Quito con su hija menor, será algo bastante duro dado que no
han vivido juntas por muchísimos años, si yo pudiese, la tendría acá pero
situaciones familiares y económicas me lo impiden.
Por suerte
tiene una salud bastante buena para la edad. Ayer, por media mañana, la llevé a
la tercera dosis de vacuna y esta vez le administraron Aztra Seneca, aunque en
las primeras dos dosis, recibió la Sinovac, luego a eso de la una y media de la
tarde, la llevé donde un prestador externo del IESS, para consulta, donde nos
atendió una doctora joven, muy amable quien indicaba los resultados de exámenes
de sangre, heces y orina que se le habían practicado y nos decía si los niveles
eran altos, bajos, buenos o malos, en fin, en términos generales todo bien, con
una ligera infección de vías urinarias y amebiasis, recomendando además tomar
más líquidos y mejorar la ingesta alimenticia, suprimiendo algo de harina y
azúcares.
Por su condición,
Montse se olvida y repite las historias o cuenta historias compuestas de algo
que no sucedió. También le cuesta seguir instrucciones y pone los cuchillos y
cosas de cocina en lugares distintos a los habituales y nos pone en aprietos
porque no los encontramos, pero ya estamos preparados y nos llenamos de amor
gracias a Dios para no molestarnos, total, son cosas insignificantes. Una vez
perdió un pasaporte de un primo que tenía visa americana y también guardó plata
tan pero tan bien guardada, que nunca recordó dónde la había guardado y nunca
pudimos encontrarla.
Montse me
cuidó mucho cuando era pequeño y luego de joven, y cómo no ser recíproco y
devolver algo de ese inmenso amor y cariño.
Siempre me
dice que mamá recibió cursos de gastronomía de profesores extranjeros en
Quevedo, pero la verdad, es que creo que esa es una historia que la tiene muy
fija en su cerebro pero ese hecho nunca ocurrió, estoy por preguntarle a mis
hermana Ana María, que es la segunda de las mujeres por si acaso, ella se
recuerda de esto y entonces, de ser cierto, sería yo el equivocado.
Yo la llevé
donde mi hermana Katy que ya había regresado de USA, le dije que yo no puedo
tenerla porque viene mi hija Saskya de Quito, aunque claro que es un tema que
de alguna manera puede resolverse, pero a veces tenemos que salir y no podemos
llevarla y no hay con quien dejarla. Pensamos con Katy que ella tampoco debería tenerla ya que la
responsabilidad por amor, por cariño les corresponde a las hijas.
Su ausencia
se siente por toda la casa, ella toda cariño e ingenuidad por su enfermedad. De
verdad se siente un gran vacío y esperamos con Aurelia que la traten bien y la llenen
de amor que es lo que ella necesita por sobre todas las cosas.
José Carlos
mi hijo, la extraña, por conveniencia le digo, porque ella con mucho cariño
queriendo ser útil y más que todo por el amor que ella tiene le arreglaba su
cuarto y hasta su ropa.
Katy me
contó que había hablado con Lorena, le dijo que aprovechase que Montse tiene un teléfono celular que le regalaron y que le
comprase un chip de manera tal que pudiese llamarla para conversar con ella,
pero me dijo que había hecho un gesto como que para qué, como que a ella no le
importa ni le interesa el tema.
Montse viajó
con su hija Lorena a Quito, según Katy, Lore la había dejado sola en la suite
porque según ella, no puede tener a su madre. Es una pena porque a ese paso,
Montse morirá de pena, al verse relegada como mueble viejo, como trasto
inservible, como estorbo. Lamentablemente, como coincidimos con Sabina, mi
hermana que vive en Barcelona, no podemos meternos y es Lorena junto con su
hermana Fabiana, las que deben decidir cómo quieren atenderla a Montse. Queda un
interrogante y una honda tristeza.
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