jueves, 20 de julio de 2023

FUI AL CINE CON UNA NENA

 

GUAYAQUIL, SABADO 15 DE JULIO DEL 2023

Este sábado fue realmente memorable, fui al cine con una nena a la que le llevo muchos años de diferencia, hasta su madre y su abuela me animaron a salir con ella y hasta ellas nos acompañaron, sí señores, qué dicha, vimos una película, ella estuvo un poco inquieta, fue como tres veces al baño, tomó el té, comió canguil, como se debe de hacer en un cine, en fin, pasamos bonito aunque al final se aburrió y quiso salir del cine.

Esta memorable ocasión, también lo fue para ella ya que era la primera vez que iba a una sala de cine aquí en Guayaquil y no es que en otras partes ya lo hubiera hecho, pero creí imprescindible hacerlo, me imagino que algunos estarán muy intrigados en conocer quién es la nena, pero antes permítaseme contarles que la peladita me hace mucha gracia con sus ocurrencias, es por demás cariñosa, juguetona, cuando me ve, se alegra y una inmensa sonrisa se dibuja en su rostro y me contagia, me llena de besos, de abrazos, me hace participar en sus juegos.

Hoy en día se exhibe una sola película en las salas, a nosotros nos tocó la sala 3, contigua al bar. Habíamos llegado al cine con unos 15 minutos de anticipación, por lo que tuvimos tiempo de ir al baño y de comprar en el bar. La recepción del cine es amplia, las taquillas en la pared lateral derecha, en cambio de frente está lo que es el bar y del lado izquierdo la sala VIP a la que aún no he entrado en ninguno de los cines las pocas veces que he ido. 

El color del piso y de la pared es azul y me pregunto por qué habrían escogido este color y por eso mismo me puse a investigar acerca del mismo, y una de las respuestas, que me pareció muy interesante es que las marcas conservadoras lo utilizan mucho para promover la confianza en sus productos, por ejemplo, lo que vendo a precios exorbitantes en el bar, es algo con lo que te puedes atragantar, si, atiborrar tu cuerpo con azúcares, grasas y carbohidratos, en cantidades que al igual que los precios, pueden ser exorbitantes, específicamente en lo que se refiere a bebidas gaseosas y canguil, dos productos estrellas que estrellan tu bolsillo, pero el color azul te dice, consume, consume, paga, paga, confía en mí, esto que yo te vendo, es bueno, muy bueno…. para mi bolsillo, no para el tuyo.

Desde hace años que se puede reservar por internet, la asistencia y hasta pagar con tarjeta de crédito, de manera tal que uno asegura su asiento, acude el día reservado y entra directamente a gastarse la plata en el bar. Bebidas gaseosas, agua, té, canguil, nachos con queso fundido, chocolates, etc, un fin de sabores y colores que te invitan a meter la mano en el bolsillo y sacar el efectivo, la tarjeta de crédito y/o débito para pagar el consumo. Ya la gente se resignó y dejó de ingresar furtivamente nachos, papas fritas, botellas de refrescos individuales y ahora paga porque la vergüenza, la afrenta es mayor, más aún, si para coincidencias, uno se sienta al lado de alguna persona conocida.

Antes de comenzar la película, pasan publicidad sugestiva de lo que se puede adquirir en el bar y avances, trailers de los próximos estrenos, preparándonos para lo que se viene en un futuro cercano.

Ahora hay tantas películas, tantas salas, tanto horario, terror, acción, espías, romance, comedia, infantiles, serias, cine independiente, películas que se han convertido en tal éxito que se han constituido en franquicias, como aquella de los autos que ya va por la número diez creo yo.

La madre de la nena  paga todo con su tarjeta de crédito Hoy no hay descuento, no hay 2 x 1 porque aún es película de estreno, ELEMENTS, cuyo argumento es bueno creo yo, pero también creo que no es tanto para niños, ya que el trasfondo es interesante. Valiéndose de los cuatro elementos conocidos, AIRE, FUEGO, TIERRA y AGUA, se proyectan las diferencias que aún persisten en nosotros cuando alguien se presenta de otra forma a la que no estamos acostumbrados, hasta que poco a poco, con la cotidianidad, vamos acostumbrándonos y ni tanto porque pese a todo, un color de raza diferente, costumbre diferentes, idiomas diferentes, nacionalidades diferentes, aún nos conducen al rechazo, a la intolerancia, a creernos superiores por apellido, color, dinero, estrato socio económico, poder, etc. Interesante para mí fue el planteamiento presentado en la película, bueno, esa es mi percepción hasta aquí.

La sala muy bonita como siempre, es un formato estándar a nivel mundial, eso te brinda confianza porque sabes que lo que encuentras aquí, vas  a encontrarlo en otros lados y si tu experiencia fue satisfactoria, cuando quieras ver una película, la sala que tú escojas será aquella de esa empresa. Una sola columna de asientos, con alfombras a ambos lados, cada fila enumerada y debidamente iluminada para poder ubicar su puesto, aire acondicionado por supuesto, identificados los lugares de salida. El sonido envolvente, con picos de volumen que varían de acuerdo a la escena que hacen que la película se vuelva mas interesante por este motivo.  Los asientos mullidos, muy cómodos, con suficiente espacio para sentarse sin tropezar el respaldar del asiento de la siguiente fila. A ambos lados, porta vasos o porta bandeja para colocar disfrutar de los refrescos y bocaditos adquiridos en el bar.

Los baños muy bien iluminados y muy limpios, todo se ve muy aseado, que hasta dan ganas, dan ganas o por lo menos inspiran confianza, suficientes en número, con aroma de ambientadores, papel higiénico en cada cubículo. Cada  lavabo con su respectivo surtidor de jabón líquido y cerca secadores de aire o toallas de papel. En fin, todo bonito.

QUEVEDO, CUALQUIER DÍA DEL AÑO 1978


Los cines

Uf, la máquina de regresar al pasado sí que funciona y esa máquina se llama memoria y dispara recuerdos, sí, recuerdos de cuando me tocó vivir en Quevedo por un año. En ese entonces en Quevedo existían tres salas de cine a las que los dueños les daban el nombre rimbombante de teatro, aunque escasamente se los utilizaba con ese propósito. De las tres salas, una quedaba contigua al Municipio, justo frente al parque, la otra, solamente a dos cuadras de distancia, frente al parque, la iglesia y en la siguiente cuadra, por la mitad, quedaba la otra sala. La tercera sala quedaba, déjenme recordar como a unas 6 o 7 cuadras de distancia. Estas dos últimas salas eran de propiedad de una paisana china quien además tenía salas en el cantón El Empalme y creo que otra en Balzar, de la cual no estoy muy seguro. Eran aquellos felices tiempos donde una moto iba llevando los rollos de película de un cantón a otro. A
 veces se quemaban los rollos y pronto se comenzaban a escuchar los chiflidos, la rechifla y cuando se demoraban en continuar la exhibición, los reclamos de mejor devuelvan el dinero, etc.

El teatro que quedaba justo frente al parque, al lado del municipio tenía un bar que atendía tanto a los espectadores como a aquel que pasaba por las afueras, ya que tenía una ventanilla de atención a la calle. Ahí se vendía la resbaladera, esa bebida clásica, muy rica, elaborada a partir del arroz, creo que también vendían unos cupcakes como se llaman hoy en día, con un poco de crema pastelera dentro, sí, esa crema de panadería de barrio, esa crema barata pero bien rica. También vendían refrescos en tamaño personal.

La cartelera

Siempre se exhibían dos películas las cuales se promocionaban fuera del cine en una cartelera de unos dos por dos metros, con una pata de unos 50 centímetros aproximadamente. En esta cartelera se pegaban los afiches que enviaban las empresas cinematográficas, con fotos a todo color de los protagonistas y el nombre de la película. El pintor destacaba el horario, si era vermouth, tarde o noches, era la única forma de saber qué películas se exhibían, es decir que había que acudir físicamente a las afueras del cine para enterarse. Suerte la mía que me quedaban ambos apenas a dos cuadras de distancia tanto el primero del cual he hablado largamente, como el segundo.

Por aquellos tiempos en Quevedo, eran escasas las películas interesantes, predominaban aún las del oeste, las de acción de ladrones y policías y las de kung fu. En realidad había escasa oferta de dramas y comedias, ya habían pasado los tiempos de Viruta y Capulina, los del Santo el Enmascarado de Plata, las musicales de México y las picarescas. Películas para niños, prácticamente ninguna. La censura era escasa, aunque si se controlaba la entrada de menores en películas violentas o cuando la autoridad así lo decidía.

En las afueras de los cines, la gente se congregaba a ver la cartelera, a comentar con los otros potenciales espectadores acerca de si prometía ser una buena película o no, si alguien ya la había visto y le había gustado y si ninguna de las dos películas le convencía, se dirigía al otro cine, sito a dos cuadras, a ver si encontraba algo interesante. Caminar de noche no era problema, por suerte en aquellos tiempos como se acostumbra a decir en las misas católicas, la delincuencia a pesar de que sí se daba, no era tan violenta ni tan a diario como hoy en día.

Para ingresar al cine, había que pagar en efectivo en la taquilla, que era una sola, el hombre recibía el dinero, devolvía el cambio y las entradas respectivas que consistían en un papel que identificaba el cine, creo que el día y la ubicación porque para ese entonces existían dos clases, digamos, luneta y galería, galería era más barata y si la luneta era  incómoda, no quiero imaginarme cómo era la galería a la que nunca fui.

Primera llamada

El asunto era simpático, habían tres llamadas antes de empezar la función, primera llamada, primera llamada, luego, creo pasados los cinco minutos iba la segunda llamada, segunda llamada y por último la tercera llamada. Cosa curiosa que en este cine, previo al comienzo de la función, se escuchaba siempre una marcha militar americana de esas viejas, cosas del dueño a quien mi padre conocía, no recuerdo bien su ascendencia si sirio, turco o de por ahí. Siempre me pregunté el porqué de esa marcha y creo que moriré con el deseo de saberlo, no sé si será más fácil entender cómo fue creado el universo. Los anuncios se hacían por parlante, de esos clásicos tipo corneta que también servían para llamar a alguien voceando;  al señor fulanito de tal lo buscan en la puerta y si no acudía, volvían a repetir el mensaje.

El bar

Al ingresar a la sala había que adquirir previamente los refrescos y los bocaditos. Dentro de la sala solo había ventiladores. En la parte de la galería se podía observar gente que se había quitado la camisa para paliar en algo el calor. La galería quedaba en la parte superior que llegaba hasta como un tercio del espacio que en la planta baja ocupaba la luneta.

Esos baños, Dios mío

Los baños, ah, los baños, no habían urinarios individuales, sólo el clásico urinario general hecho de cemento y en la pared como a un metro aproximado de altura, una tubería colocada horizontalmente, con varios perforaciones equidistantes para chorrear agua por la pared para que el orine escurra por la rejilla o trampa, no hay nada que preserve la intimidad de cada persona, ya que no existe ningún tabique de separación, creo que apenas una o dos tasas de servicio higiénico que creo que nunca tenían papel higiénico, porque eso sí que nunca iba a hacer uso de ellas así que me imagino que no lo tenían, uno o dos lavamanos y sécate en tu ropa o en lo que puedas porque aquí no hay toallas ni de papel ni secadores. El olor a naftalina impregnaba el ambiente indicando que muy cercano a los asientos se encontraba el baño. El olor era tan fuerte que no había para que preguntar dónde quedaba el baño. Era clásica la naftalina cuyo olor era tan fuerte que superaba el de la orina y el de las heces, así que cumplía bien con su propósito. Del tocador para damas, por ser elegante en el lenguaje, no puedo comentar absolutamente nada, ya que como dijo alguien por ahí, desconozco del particular.

¿Butacas reclinables?

Los asientos eran muy cómodos, sí, con toda la comodidad que pueden darte los asientos metálicos cuya pintura ya había desaparecido de tanta nalga que se había sobado en ellos. Estaban pintados de un color café horrible y la parte decolorada brillaba con ese brillo del sobajeo de tanta nalga. Había unos asientos ubicados apenas a unos dos metros de la pantalla, cosa que si llegabas tarde y todos los demás asientos estaban ya ocupados, de seguro salías con tortícolis que para qué te cuento. No había donde colocar los sanduches o las bebidas, solo tus manos servían y de ahí lo que sobraba, al piso. En ese tiempo no se ponían siquiera tachos de basura. El piso del cine era cemento pulido, nada de las exquisiteces de hoy en día. Me imagino que siempre se barría la sala, recogiendo cuanto desperdicio y basura habían dejado los espectadores  y de vez en cuando se la lavaba con creolina, dato que había olvidado incluir pero que gracias a una colaboración del Dr. Roberto HIdalgo, aquí lo pongo. La creolina aniquilaba literalmente todo lo que se le enfrentaba, se utilizaba comúnmente para desinfectar y matar bacterias, eso sí, dejaba un fuerte olor pero en nuestra generación estábamos acostumbrados a eso, lo que desinfectaba no olía rico, sólo desinfectaba, se la utilizaba hasta en los hogares. Curioso como soy, me puse a investigar un poco acerca de la creolina y recién me doy cuenta de que su manejo requería mucho pero mucho cuidado, su ingestión podía causar vómito, colapso respiratorio, confusión, coma y hasta muerte. Riesgo de edema faríngeo, glotis y laringe, mientras que la excesiva inhalación de sus vapores tóxicos puede causar irritación bronquial, tos, respiración dificultosa, nausea, mareos y dolores de cabeza, además de que los efectos influye colapso el sistema circulatorio, confusión, delirio y coma. También entre los síntomas se incluyen, debido al contacto, irritación de la piel y de los ojos. Ignorancia por que no habían medios para socializar noticias o debido a una buena manipulación de la creolina, lo cierto es que  nunca me enteré de muertes por mal uso. 

Ricos sanduches de chancho

En las afueras de este teatro o cine, había una carreta. Un hombre moreno, de supongo unos 50 años de edad, la atendía, me imagino que era también su propietario, moreno, un poco grueso, brazos velludos, bigote, usaba lentes y medio calvo. Ahí vendía solo sanduches de chancho, preparados con pan enrollado, lechuga picada y juguito, sí, ese juguito lleno de grasa, un poquito saladito pero que mojaba el pan y le daba un sabor exquisito, también tenía ají para darle un picor.Si uno quería comprar fuera del cine el sanduche de chancho, tenía que pedir permiso al hombre que controlaba la entrada y creo que le daban un pequeño ticket que era un trozo de cartulina con un sello. Lo simpático del asunto es que en las afueras del otro cine, apenas a una cuadra de distancia, había otro vendedor que pregonaba, ey, ey, perro caliente, así que no estaba  difícil el adivinar que vendía este hombre. Lamentablemente no he podido encontrar en internet alguna historia de esta persona, pero les prometo que si llego a conseguir información, actualizaré este escrito.

Ey, Ey, perro caliente

Esta es la historia de Don Lorenzo  quien vendía sus hot-dogs o perros calientes, afuera del otro cine. En su carreta,  las salchichas bastante rosadas por el colorante, colocadas una tras otra en una bandeja plana que se mantenía caliente, a un costado, la cebolla cortada en juliana sumergida en una salsa de tomate, creo que con un tanto de vinagre para darle un mejor sabor. El pan, típico pan de hot dog. Había recipiente con mostaza para el que quería darle más sabor a su hot dog. El grito de batalla de don Lorenzo para atraer a su clientela era ey, ey, perro caliente para llamar la atención y a continuación, él mismo se contestaba diciendo Oiga, me llamó, ah?¨



Hoy al escribir estas líneas, investigando, recién me entero por el Diario Digital Al Día, que este honrado y trabajador ciudadano se llamaba Lorenzo Obdulio Bravo Jaramillo, nació en la ciudad de Macará, provincia de Loja un martes 1 de octubre del año 1929. A sus 31 años en 1960, llegó a la ciudad de Quevedo, donde años después se hico popular. El aroma de la cebolla frita con la salsa de tomate y las salchichas, flotaba en el aire e invitaban a comprar, a degustar, a probar si aún no lo habías hecho.

A sus 88 años fue entrevistado para una revista dominical, donde contó un poco de su vida, anécdotas y más. La idea de venir a esta ciudad de la provincia fluminense, fue de un amigo quien le propuso trabajar en una bananera.

“Me vine aquí a Quevedo, estaban las bananeras llenas, pasé 15 días a base de maduro, en el parque dormía yo, no tenía a nadie”, contó mientras varias personas trataban de llamar su atención.

En un lugar desconocido, tuvo que encontrar la forma de subsistir, ganar dinero para llevar el alimento diario a su casa. Inició vendiendo naranjas y 3 años después empezó su popular negocio de venta de hotdog.

A pesar de sus problemas a la columna, sus ganas de trabajar nunca desmayaron. Con una carreta y unos banquitos, vendía sus perros calientes, sencillos, pero deliciosos, pan, chorizo, cebolla frita y dependiendo el gusto del cliente, mayonesa o salsa de tomate.

Don Lorenzo falleció a los 91 años de edad. Hasta aquí la reseña tomada del diario Digital.

No había mucho contra qué comparar, sólo decir que ambos eran buenos, no había ningún recelo ni reclamo en ingresar nuevamente con un sanduche de chancho o un hot dog.

Como eran dos películas que se exhibían, se aprovechaba del intermedio para volver a comprar refrescos y antojos, ir al baño, etc.

Momento para un beso

Cuando íbamos con las enamoradas o con algún proyecto, buscábamos los asientos más reservados que brindaran cierta intimidad para poder ensayar o estrenar un beso y algo adicional si se daba la oportunidad, rogando que no nos viera la clásica persona chismosa que nunca falta.

La otra sala a la que nunca fuí

Creo no equivocarme en decir que a la tercera sala de cine nunca acudí a una exhibición como que era más, como decirles popular. Alguna vez sí estuve ahí porque se celebró el cumpleaños de la hija de un comerciante, conocido de mi padre. El hombre le había regalado a su hija un auto y había metido el auto a la sala y lo adornaba con un gran pompón.

Los charoles de cigarrillos y caramelos

A las afueras de los cines, como era obligatorio, el típico charol atiborrado de menta glacial de la Universal, Manicho, Osito, Tango, Manicris, barritas de chocolate, caramelos de diversos sabores, chocolate huevito con su rico relleno de malvavisco, chiclets de menta básicamente, y cigarrillos, el clásico Lark, Marlboro, Camel, Lucky Strike, Kool (mentolados), no sé si Full Speed, creo que se veía feo fumar Full Speed, eso era para la gente baja, como dirían algunos agrandados y creídos.

Medio Pollo

Hoy siendo un miércoles 9 de Agosto, me viene a la memoria un negocio que había en Quevedo en tiempos de mi niñez, eran dos hermanas jóvenes las propietarias, oriundas de la sierra, y traigo a colación esta anécdota porque nunca me olvido el nombre del almacén "MEDIO POLLO", y claro que con ese nombre cualquiera se imagina que vendían pollo a la brasa, o al estilo KFC aunque ese negocio no existía en ese entonces (década de los setenta) en Ecuador, lo cierto y para saciar la curiosidad de mi querido lector, aquí les revelo que se trataba de un almacén popular de venta de calzado. Vaya viendo dijo mi suegra.

REVELACION

Algunas veces he ido a ver a la nena al centro educativo donde se está formando y bien llegado el momento de la verdad,  ahora sí les revelaré quién es ella, la que alegra mi alma cuando la veo. Ella es mi nieta Agustina que apenas tiene 4 añitos de edad, cumplidos el 30 de Abril, misma fecha en que cumple Aurelia, su abuela, mi esposa, quien la adora y a quien le hace falta tanto el verla, que es como si le faltara el aire cada día que no puede visitarla. Ah, cuánto hubiese disfrutado mi padre de tenerla, de mimarla, de consentirla y de seguro cuánto hubiese ella adorado a mi padre, el  bisabuelo que no conoció. La ida al cine con mi nieta, fue un buen pretexto para este escrito, somos solo recuerdos.

FIN

Un buen amigo me dijo que debería de poner siempre la moraleja, la conclusión, la enseñanza y yo le respondí que eso se lo dejaba al lector quien debe de arribar a lo que quiera arribar al concluir la lectura, le decía que sería un insulto de mi parte el pensar que yo tendría que decirle que el sol es amarillo, que calienta la Tierra, que sin el sol no habría vida, etc, así que, querido lector, la conclusión, por respeto, te la dejo de tarea, en todo caso, escríbeme para que me participes acerca de tus conclusiones, a ver si coincidimos o has llegado a ver aquello que yo no vi, te lo agradeceré.

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