martes, 27 de septiembre de 2022

MI VISITA AL CENTRO DE GUAYAQUIL

 

MI VISITA AL CENTRO


Como a muchos nos pasa, el centro no es el lugar de elección para visita, es el lugar obligado, es la visita obligada para algo específico ya que el centro para algunos de nosotros es una lata, así que si podemos evitar la visita, eso es lo que hacemos.

Bullicio, cantidad de buses, carros, venta de todo, gelatina en vasos, almuerzos en un termo que va arrastrando una chica, vendedoras de las tiendas que fuera de ellas van anunciando los productos, muchas chamas, estamos llenos de ellas. Librería Coquito, tiendas de zapato, de ropa, de ingredientes para hacer tortas, mendigos, vendedores de un cuanto hay, policías metropolitanos, una que otra prostituta tratando de vender ilusiones momentáneas y probabilidades bastante altas de una enfermedad de transmisión sexual, si no es sida, COVID que ya ahora no es ni un cuarto de letal de lo que fue hace apena dos año atrás, la viruela del mono, si es que es cierto que por ahí se transmite, y etcétera.

EL MERCADO CENTRAL


Camino cerca del mercado central, digo, para muchos que solo sabrán ubicarse con GPS en la 10 de agosto entre Seis de Marzo y Lorenzo de Garaycoa; frente queda una tienda de plásticos y de cientos  de artículos para fiestas, bases de tortas, fundas plásticas de todo tamaño, precio y color, globos y de un cuanto hay. En esta tienda es donde consigo las fundas pega y despega en la medida de 5 x 6 pulgadas, que utilizo para mis productos, ya que por acá en el norte o no hay o no sé dónde conseguirlas. Fuera del mercado, en el suelo, vegetales y frutas, al granel y enfundadas, para todo bolsillo, procesión de buses, gente que llega, gente que se va, todos con ilusiones, todos buscando un algo que yo no sé, como yo buscando un algo que los otros no conocen, ni siquiera sospechan y peor, ni les interesa porque ni les va, ni les viene.

MADURO ASADO Y MI COMADRE




Justo frente al mercado, en la esquina de Diez de Agosto, se ubica una señora vendiendo maduros asados, con su abanico hecho de fibra vegetal, esos bonitos, auténticos hechos de fibra de banano, ecológicos como dirían hoy en día, la gente de avanzada, aviva la llama del carbón, a mano pelada, sin guante ni pinzas, los va virando, para que vayan asándose y adquieran ese tono perfecto, de dorado, no quemado y ya cuando están, los retira del centro del fogón y los coloca al rescoldo para que estén siempre calientes. Para el que tenga y pueda, tiene queso criollo en rebanadas que son el complemento ideal, un poco salado para contrastar el delicioso dulce del maduro asado y por supuesto, se sirve, como Dios manda, en papel de despacho, ya que de lo contrario se le roba el sabor rico, lo criollo, lo auténtico. Y entonces me acordé de mi comadre Amelina.

Y NO ENCONTRE EL DICHOSO MOLDE


Entro a la tienda y primero llamo por celular a Aurelia, mi esposa, que vino conmigo pero que anda por otras tiendas buscando otras cosas; yo en realidad andaba buscando un molde para torta en forma de labios, es que hay cada pedido, cada antojo, cada cliente, es que Aurelia ha hecho tortas de todas las formas y colores, que con una chica vomitando en una taza de servicio higiénico, que barriles con cerveza, que con estetoscopio, jeringas y otras vainas para un doctor, que con herramientas para no sé quien, que como cartera con cosméticos, que como el hombre araña y saben ustedes, las mujeres también arañan y sí que duele, hawaianas las tortas, no las mujeres que arañan, canchas de futbol, labios vaginales, penes. Bueno no hay que quejarse, hay trabajo que es lo importante y por eso hay que darle gracias a Dios.

La búsqueda fue infructuosa, ni siquiera encontré la tiendita que estaba cerca del parque Victoria donde vendían moldes, que habrá pasado? Habrá cerrado por pandemia? Habrá fallecido su dueño? Entré también al mercado central a buscar el dichoso molde y preguntando por aquí y por allá, una chama me dio una respuesta interesante,

-Vaya hasta el fondo por este corredor, pregunte por ahí, y puede que sí, pero puede que no, encuentre lo que busca, mejor dicho, tal vez.

Trato de grabarme su cara para evitar preguntarle algo en una futura ocasión. La verdad es que con esa contestación, de seguro no la contrataba como guía turística porque hasta la Refinería El Aromo, se le perdería, bueno, como que si hay razones para que no la ubique ya que como refinados fueron para la corrupción, que refinados, groseros más bien diría, se llevaron hasta la tierra, la arena y solo quedaron los letreros de la magnífica obra.

BENDITA AGUA DE COCO


Al medio día esa parte de Guayaquil es un hervidero de gente. Ya estoy como por Pío Montúfar y Aguirre. Una carreta de venta de coco frente a otra, me acerco y pregunto

-Varón, qué cuánto vale un coco.

-$1,25 me contesta.

-Dame uno entonces le digo.

-Es take out o para comer aquí?  Mentira no me preguntó eso, es pura chanza mía.

Saca su machete en gesto amenazante pero con el coco, no conmigo y termina de pelarlo, le hace un hueco con la punta, sale un chorro de agua que por poco mancha mi camisa. Me facilita un sorbete.

-Sírvase me dice.

Y poco a poco, comienzo a calmar mi sed con cada sorbo de agua que por suerte estaba dulce y fresca. Con esfuerzo termino de sorber todo y le digo.

-Varón,  pártalo para comer la carne.

La carne la saca con un cucharón, sale suave aunque escasa, y me la entrega en una funda plástica.

-Aquí tiene, me dice.

La disfruto lentamente, tratando de alargar el placer (ni que fuera cigarrillo y eso que yo ni fumo) y pronto termino de comerla, trato de limpiarme la boca con una servilleta que me había dado el vendedor, espero un poco, antes de continuar la marcha.

-Gracias le digo y enrumbo hacia el punto donde habíamos quedado en vernos con Aurelia. Ella ya tenía las fundas que había comprado con antelación.

DOS ATUNES POR 1 DOLAR



Compre, compre, aproveche la oferta dos latas de atún por un dólar, se escucha vocear a un hombre que tiene un puestito en la esquina de la calle, veo las latas y como no son de marcas conocidas me da recelo, tampoco es que iba a comprarlas, no acostumbro porque yo soy fino, no, la verdad es que no acostumbro porque no conozco de esas marcas.

CUIDADO TE HACEN CHINO



Estaba ella dentro de un tienda de chinos, de esas tantas que hay por el centro, bueno, yo también chino, pero sin tienda, pero chino de los falsificados acá en Latinoamérica, de los chinos que solo tenemos el apellido chino, aunque algunos no lo tienen y eso sí, algo nos queda de ojos lasgados, naliz planchao y pelo palao como dijera Néstor Haón en Quevedo, mas conocido como zapatito, apodo que le quedó porque gustaba de usar esos zapatos que terminan en punta como doblada. Mil y unas chucherías hay en esta tienda, que yo me pregunto si las venden todas; de seguro que como en todo negocio, tienen un Pareto de 80-20 pero el 20% que se mueve les da el 80% de las ganancias y hacen fortuna, el resto, bueno no importa, si se vende, bingo, ganancia marginal ya que se compró en China a precio de gallina con gripe Aviar o a precio de legumbres rezagadas al cierre del mercado de transferencia, allá por Montebello.

Salimos de la tienda y fuimos a otras tiendas, de otros chinos, pero sí, chinos de la china, no chinos falsetas como yo. Es de una china esta tienda que queda en la calle Boyacá entre Aguirre y Clemente Ballén. Vemos cajitas y fundas interesantes para empacar los productos de la temporada navideña. La china, cuyo nombre no recuerdo, pero que cuando no está trabajando, está trabajando la china, después nos preguntamos de que como los extranjeros hacen plata y es que todo se remite a trabajo perseverante, constante, a eximirse hoy de futilidades por un mejor futuro, porvenir. Creo que la china cuando duerme,  repasa  el inventario de la bodega y hace listas de pedido a Hong Kong. Recibe las facturas de los clientes, despacha y va arreglando docenas de globos surtidos de esos que dicen Happy Birthday, para hacer paquetes, de esos que dicen, por unidad a $0,25 y la docena te la venden a $1,00 y tu tonto que crees que has hecho la gran compra y no te das cuenta que te engañaron como el mago nos engaña, nos hace ver que es más barato y sabio comprar la docena que la unidad, cuando el precio de la unidad carísimo, te lleva a comprar la docena que también es cara pero que tú quieres creer que es barata. Por una radio llama la china al despachador que está arriba en la bodega y le pregunta por un artículo, una figura de una virgen con vestido rosado y éste le contesta que ya no hay. Pinches paisanos míos que no se gastan el alquiler de un ERP que les permitiría un manejo más técnico del inventario, saber qué venden más, pero en qué artículos ganan más, la rotación, poder hacer ofertas de lo que se quedó en el 80% de aquello que casi no se vende porque en esta tienda hay más de mil chucherías.

Salimos y entramos a otra tienda, pero esta vez no es de chinos. No compramos nada porque íbamos a por algo específico y no lo había y ya como que estábamos entre cansados y hostigados del shopping en el Sawgrass Mills local, es decir Mercado Central y alrededores.

REGRESANDO A MI CASITA

Avanzamos hasta la esquina e ingresamos al estacionamiento de Boyacá y Aguirre diagonal a la tienda de la china, pagamos por el tiempo transcurrido y salimos, nos alejamos del centro, poco a poco hacia calles menos concurridas de gente y enrumbamos hacia la casita, aunque en realidad es un departamento.

Contentos por el resultado de la visita al centro, llegamos.

Creemos tener ahora una mejor idea de que poder ofrecer en Navidad, pensamos que el propósito de la visita se cumplió y que salimos ilesos, bueno no es para tanto exagerar.


FIN


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