jueves, 17 de octubre de 2024

Carta a Nuestros Hijos: Entre Recuerdos y Gratitud

 


Queridos hijos:

Tal vez ya no quede mucho tiempo para que nos sentemos todos juntos como antes, cuando la mesa era pequeña pero el corazón grande, lleno de historias, de risas, de preocupaciones que compartíamos sin darnos cuenta. Hoy las fuerzas nos fallan, las manos tiemblan, y los días pasan lentos, pero no sin dejar huella.

No escribimos esta carta para reprocharles nada. Al contrario, queremos agradecerles por habernos permitido ser parte de sus vidas, por las travesuras que alguna vez nos sacaron una sonrisa cuando intentábamos poner orden, por esos momentos de alegría que, aunque ya no volvemos a vivir en carne propia, quedan grabados en nuestra memoria.

Recordamos cuando apenas caminaban y nos miraban con esos ojitos llenos de confianza, de cariño, como si fuéramos los únicos capaces de protegerles del mundo. Nos hicimos viejos mientras ustedes crecían. Nos hicimos viejos esperando las visitas, las llamadas, cualquier señal de que no estamos tan solos como a veces creemos.

No es fácil llegar a esta etapa, en la que los papeles se invierten, y ahora somos nosotros quienes dependemos de ustedes. No lo hacemos por ser una carga, créannos, lo que más queremos es que vivan, que amen, que rían como alguna vez lo hicimos nosotros, a su lado.

Pero si en algún rincón de sus recuerdos queda un espacio para nosotros, no lo dejen empolvarse. Abrácennos como lo hacían de niños, cuando sentían que todo lo malo desaparecía entre nuestros brazos. Ahora somos nosotros quienes necesitamos de ese abrazo, aunque sea el último.

Gracias, hijos, por ser nuestra razón de ser, por darnos el regalo de ser sus padres. No les pedimos mucho, solo que no se olviden de que aún estamos aquí, esperando con el mismo amor con el que alguna vez ustedes nos esperaron.

Con todo nuestro amor.

Sus viejos.

FIN

Y ahí, en medio del vacío, nos golpea la verdad: no era mucho lo que nos pedían. Solo un poco de tiempo, de nuestra presencia, de ese amor que tanto nos dieron sin condición. Ahora el eco de sus voces vive en nosotros, y el silencio que dejaron no se llena con nada.

Así que, si aún los tienes contigo, si aún puedes, no esperes más. Abrázalos. Diles cuánto los amas. Porque el amor que no damos en vida se convierte en un peso que el alma lleva para siempre.

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Si no te gustó, da igual, ojalá que mi próxima historia sí te guste, siempre hay oportunidad de contarla mejor, para que sea de tu agrado, por eso es importante que me lo hagas saber.

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